cada dia, un escrito.

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domingo, 25 de julio de 2010

fotos con margen redondeado


faroles heredados iluminan el humilde local en el barrio de la boca, los maceteros colgando de las paredes anuncian junto al macramé que los sostiene, que allí, solo se venden objetos para que estos dejen de ser y se conviertan en el futuro recuerdo de alguien o, en un momento preciso que no dejaremos de atesorar. es lo mismo que hacen las calles cuando nos besamos en ellas.
pelo largo porque a él le gusta así ( no es solo por las canciones que escucha ), sandalias franciscanas porque a ella le gusta rozar las hierbas mientras anda, él lleva puesto jean roto porque prefiere cuidar personas en vez de ropa, ella tiene un chaleco que en vez de botones tiene pequeñas casas rosadas de cerámica, despreocupación por las arrugas de la remera de lennon que él siempre lleva, amor de secundaria en el baile que hace la pollera de bambula que a ella tanto le gusta, y con su símbolo de paz colgando el nunca dejará de creer el amor, y con el ritmo que hacen sus aros de feria ella nunca dejará de creer en el amor.
entro alguien porque la puerta le aviso al llamador que cante, eran tres hombres y cada uno tenia barba de diferentes tiempos, de semanas, de meses o de años, manos negras como de ceniza, desprolijidad y enredos en sus cabezas, sospechosas miradas sombrías para el piso, sus cuerpos se plantaron en la entrada con una convicción de vocación antigua. un silencio cortó las distancias entre el mostrador donde estaban ella y el y la entrada sitiada por tres desconocidos. "saca eso de la pared" dijo uno de lo hombres con la mirada todavía baja y señalando uno de los maceteros, su orden se cumplió sin comentarios, los hombres dieron unos pasos mientras levantaban los rostros y ella y el retrocedieron buscando un canasto. el hombre que tenia la barba mas antigua se acercó y colocó un pequeño hombre de hierro que mientras trepaba la pared cargaba a sus espaldas un candelabro. "es un regalo para el que duerme en el canasto que están cuidando, díganle que es de parte de los herreros de la otra cuadra" cuando el de la barba mas joven terminó de decirlo, los tres hombres abrieron la puerta y mientras se reían, volvieron a terminar el encargo de una gran reja.


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