cada dia, un escrito.

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jueves, 12 de agosto de 2010

la mañana es de buster keaton - parte séptima

reclame con su boleto de colectivo o subte, las partes anteriores de "la mañana es de buster keaton", en cualquier terminal o estación del país. (se recomienda, amablemente leer las partes anteriores antes de proceder con la parte séptima)


la noche no me dejó dormir muy bien. desde la cama miré el techo, tratando de transformar las manchas de humedad en constelaciones. no lo logré. primero, solo pude encontrar conjuntos de estrellas que se parecían a ella. segundo, los vecinos tienen la extraña costumbre, de usar las horas de la madrugada, para cambiar de lugar todos sus muebles, quizás, sea una estrategia para simular que cada día, habitan en un hogar diferente.
el reloj despertador, no funcionaba, pero mis ojos saben muy bien, a que hora deben abrirse para ir a trabajar. el café se había terminado, entonces té, el pan estaba demasiado vencido, entonces nada. bufanda, campera, mochila, monedas, algo siempre se olvida. en la parada del colectivo, no había mucha gente, era un día de piloto gris y de paraguas por si las dudas. subí, "hola, buen día", nada. me bajé en el mismo lugar de siempre, como si nada vaya a sorprenderme. la rutina estaba en el mismo lugar, garrapiñadas, jugos de naranja, café quemado de carrito, sin leche y sin azúcar que disimulen el quemado, mapas de la ciudad, turismo ficticio, peleas ridículas por calles estrechas, ropa de invierno para perros y miles de palomas que no piensan, comen y vuelan.
filas para todo, incluso para el ascensor, tres mujeres lo esperaban, me puse detrás mirando mis cordones desatados. llegó otro esperador, era un lustrabotas con una chaqueta llena de prendedores, zapatos negros increíblemente luminosos, gomina para que no se escapen las ideas y un cigarrillo demasiado temprano. no hizo como la mayoría, que opta por el voto de silencio durante la mañana y casi como una burla, preguntó: "¿buen día?" nadie respondió, entonces se contestó riendo solo: "parece que no..." deje los cordones desatados y me atreví : "buenos, días". no dijo nada, pero nos miramos cómplices, entendiendo lo absurdo de no responder a un saludo matutino, para que la jornada no se plague de mas desconocidos.
oficina. trabajo acumulado, pocas palabras, una radio de fondo que mete miedo, cantos de impresoras, biromes con logotipos de la competencia, humo para engañar al stress o fomentarlo mas, escritorios con fotos de hijos y celulares que no dejan de mandar mensajes, ante la necesidad de no sentirse un trabajador solitario. no me pidieron ninguna explicación acerca de mi ausencia, quizás, si no recibían mi llamado, nunca se hubiesen dado cuenta. me entregaron la correspondencia y los trámites del día, los viaticos correspondientes y también un lujoso paraguas, que al principio no quise aceptar, ya que pertenecía a uno de los jefes, pero ya se sentía el olor a lluvia y lo tomé, ser cadete me hizo inmune a cualquier tipo de clima, pero mojarse durante todo el día es una gripe que prefiero evitar.


mañana, viernes 13 de agosto, la parte octava.

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