cada dia, un escrito.

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jueves, 21 de octubre de 2010

Toti

Ella me confesó que tenía el antojo de tirarse por la ventana. Estaba cansada de sentirse así por las noches, divagando por los rincones mas solitarios de su espíritu. Nunca quiso irse de vacaciones, la idea de sentir las arrugas en la ropa, por ponerla en la valija, simplemente le abrumaba. Nunca quiso ser libre, la idea de sentir alguna herida por perseguir deseos, simplemente la inmovilizaba. Su hijo era un idiota y su esposo un muerto. El techo de su casa, podía abrirse pero nunca lo hizo por miedo a la luz, ella poseía la pureza blanca en la piel y no estaba dispuesta a perderla. Solo con ayuda que nunca pedía, un baño tibio de hermana era el único roce con otro cuerpo, caricias de agua y abrazos de toalla. Cada habitación con sus profundas expresiones de tristeza, ningún foco encendido que genere gastos, empapelado incoloro sin tiempo, cableado de tela de incendios fallidos pero deseados, las camas tendidas como las harían niñas huérfanas de pupilo, ruidos del silencio en cada copa del cristalero, pisos impecables que ya no esperan pisadas y ella, siempre reposando en su lúgubre esperanza de que todos la olviden. Su cama era una sala espera, la muerte la visitó en varias oportunidades, solo, para hacerse desear.

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