cada dia, un escrito.

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martes, 27 de julio de 2010

la transformación del pan y el vino


recién cuando todas las ancianas que se saben de memoria la misa y miran de reojo al que no, se levantaron de sus ubicaciones preferenciales y dejaron generosa limosna delante del cura, la familia numerosa que se había sentado en los últimos bancos, se levantó despacio para que la madera no haga ruido, esperaron a que todos se fueran y en el silencio de las figuras de santos y estufas de cuarzo apagadas, el mas pequeño que ademas era el mas puro, corrió hasta la caja de limosnas y la lleno de monedas, eran tantas que varias se le escapaban entre los dedos. el frío mármol del piso los condujo nuevamente a su verdadero hogar, a ellos mismos. el cura de la parroquia cumplía con las formalidades impuestas por la institución pero se daba el lujo de leer las lecturas bíblicas de la fecha como si fuesen un cuento, y digamos la verdad, lo hacia muy bien. aquella familia nunca pudo olvidar el cuento de la transformación, era tal el asombro, que aprendieron el milagro, transformaron una gran lata de pintura en una estufa y cocina que los abrigaba siempre, un cajón de verduras cambió su estado para ser una cuna, el hermano mayor acercaba las manos a cualquier alambre y lo convertía en hermosas muñecas que sus hermanas vestían con la ropa que creaban sin explicación científica usando retazos de telas. el padre y la madre alteraban fácilmente con ojos cerrados cualquier pedazo de cartón en libros, sillas, lápices, camas, hojas de dibujo y tantas maravillas que no se cansaban de compartir y repartir a los mas necesitados. la transformación mas incomprensible solo la hacían la abuela y el abuelo, ella tomaba unas migas de pan en sus manos, cerraba las palmas y las abría adentro de un delantal (de la escuela de los nietos), lo agitaba y lo levantaba al sol que no se veía por la autopista y cuando lo abría, las migas eran ahora kilos de miñoncitos, milonguitas, flautitas o pebetes y él luego de llenar con agua de bebedero un bidón de cinco litros, se lo cargaba al hombro y mientras lo paseaba alrededor de un racimo de uvas le cantaba todas las vidalas que conocía, al poco tiempo el bidón rebalsaba de dulce y violeta. el secreto del milagro de estas transformaciones no es que la familia creía que dios vive en un edificio, el secreto del milagro es que siempre andaban descalzos sobre cualquier camino, dejando cuartear o sanar los pies.


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