la mañana es de buster keaton - parte sexta

por problemas técnicos, no fue posible publicar en el día de ayer el escrito correspondiente, mordiendo palabras asegura que el autor y su equipo trabajan arduamente, como todos los días, para lograr, cada día, un escrito.


por horas, me quede sentado en el mismo lugar, mirando el horizonte que ella había dejado por donde se fue. en ningún momento dejo de pasar gente, a veces mas, a veces menos. tengo un juego y lo jugué, consiste en memorizar las caras y ponerles nombre, es ideal para sentir que, entre extraños, no somos tan desconocidos, además la próxima vez que los vea, sabré como llamarlos. pero una pregunta, que llego con la muchedumbre desesperada por volver a sus hogares, no dejaba de repetirse, ¿si falto todos los días al trabajo, pasará lo mismo? ya empiezo a creer, que las mañanas pueden sorprendernos si las confundimos un poco. tan solo hará falta desviarse de la ruta elegida, para encontrar lo que pensamos. o quizás, debamos volver a donde el camino se bifurca y se llena de señales, mapas, números de kilometraje, piedras, carteles con anuncios, micros que siguen su recorrido, algún vendedor de vasijas, y probablemente, un espejismo esperado, para dejarse seducir por lo incierto de nuestra intuición. hacer que el andar, no tenga guía alguna.
ahora el día se esta dejando morir, si me esfuerzo, el sonido del tráfico se convierte en mar, claro, los pájaros que se agrupan a buscar la cena, ayudan con el efecto, y los colores de lo que queda de cielo, logran ignorar los edificios y completan la idea que ya es un hecho, todo puede cambiar, pero solo, si elegimos crear.
decidí volver caminando a casa, obligándome a bajar la velocidad, el frío va llegando mientras las calles, sin desearlo, también se transforman. los bufetes cierran y los colchones se amontonan, los motores se apagan y las hogueras se encienden y los diarios del día son el abrigo para la noche.