cada dia, un escrito.

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jueves, 19 de agosto de 2010

la mañana es de buster keaton - parte novena


quedaban apenas veinte minutos. en el vagón, los pasajeros eran espectadores, que pagaron su entrada, para ver a las nenas (son hermanas) que salen a trabajar vendiendo las migajas de su infancia, mientras, como toda buena película, un acordeón y su ciego musicalizaban la escena. el tren disminuyó la velocidad y mi cara estaba pegada a la puerta esperando a que se abra, para buscar la escalera más rápido e intentar evitar la procesión correspondiente. callao y córdoba, el cielo estaba a punto de estallar y la mayoría de la gente que caminaba rápido o mas rápido, tenían sus paraguas abiertos que se chocaban entre si, no vaya ser que se acuerden de ser ellos, cuando el rocío presente dulcemente sobre sus rostros, la tormenta de preguntas. busqué el edificio donde tenía que retirar un pago, lo encontré y cuando llamé al ascensor escuché al portero o encargado (algunos encargados o porteros prefieren ser llamados de una forma u otra), contestando la hora a la pregunta de alguien. mi cuerpo tomó posesión de mis deseos nuevamente, dejando de lado las responsabilidades que son el medio para vivir, el ascensor había llegado, sus puertas se abrieron solas y hasta una voz dijo "bienvenidos", pero no hubo caso, ya estaba corriendo con la mochila al hombro, el paraguas abierto y una inesperada y quizás ridícula, actitud de soldado indefenso cuando esta al frente.
"no veía el camino, soy torpe" esas fueron las palabras que le dije al policía que me llevé por delante, él intentó hacer uso de su poder de uniformado, pero creo que al verme, se convenció con mis palabras. corrí, corrí, corrí. me sentía ajeno al camino, solo veía unos ojos en el destino. mientras galopaba, mi mente logró borrar datos innecesarios que me sabía de memoria, números de cuit, claves bancarias, direcciones de centros de pago, importes de cheques, registro de facturas, falsificación de firmas, números de teléfono, solo me quedé con los nombres de algunas cajeras, motoqueros y vendedores de sandwiches dudosos. solo me detenían algunos semáforos, ya estaba cerca de la plaza san martín. empecé a temblar cuando empezó el diluvio. dudé pero me fuí fiel, dejé el paraguas colgando de un picaporte, bajé la barranca de la plaza, ahí donde hay unos balconcitos blancos, había charcos y barro, pasto agradecido y hormigas inundadas. me detuve, respiré y la busqué con la mirada, la lluvia empezaba a doler y ella no aparecía.


por lo general, como dicen los peacles, mañana nunca se sabe. pero crea, mañana estará la próxima parte.


1 comentario:

  1. qué bueno encontrarte por escrito, esta madrugada. qué aire fresco, que falta absoluta de impostación, que tan-de-verdad-aunque-en-el-fondo-no-sepamos-de-que-se-trata (la verdad, digo). sonrío entusiasmada. besos a estas altas horas.

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