cada dia, un escrito.

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jueves, 26 de agosto de 2010

la mañana es de buster keaton - parte onceava


se recomienda, para su mejor entendimiento, leer las partes anteriores de "la mañana es de buster keaton" o puede leer desde esta parte hacia atrás, o puede ignorar cualquier recomendación y exigir que nadie le recomiende nada. sin más, sea bienvenido a morder palabras.


mi vestuario de trabajo, estaba casi seco, aunque tenía un perfume de empanadas que daba hambre a cualquiera, por eso decidí comprar una. entré, compré, salí y volví a mi posición para terminar de secarme, con una mano sostenía la bandeja de cartón, con la otra la empanada. sinceramente no fue el almuerzo de mi vida, la comida comprada ni siquiera compite con la que hacen nuestras madres, abuelas o tías (también las especialidades de padres, abuelos o tíos). no importa el clima ni la hora ni el lugar, una adolescente con probablemente su hermana en brazos, estaban completamente empapadas y descalzas, deambulando por una ciudad que las tiene olvidadas. mi condición de falso mudo, se hizo verdadera. no tengo nada para darles, y sé que lo que pueda decirles, no las va secar o darles un calzado. le hice señas y las invité a quedarse donde estaba parado, no dije nada y me fui caminando abajo de los techos, pensando en que un horno de empanadas, les iba a dar el calor que tanto se les niega.
no era tarde, pero el cielo interpretaba el papel de noche, los colectivos navegaban haciendo olas y mi ojos solo la buscaban. caminé por el bajo y subí por corrientes, en las primeras cuadras había una catarata de diarios y agua sucia. pensé en que lugar estaría, seguro había ido a su casa para cambiarse e ir a su segundo trabajo, o tal vez había vuelto a la agencia de volantes por que todavía era temprano. en la esquina de corrientes y san martín un grupo de vendedores mojados y apretados sostenían su mercadería como hijos, mientras se lamentaban de haber perdido el jornal. llegué a florida y seguí por ella, sin pretender los techos usurpados por los portadores de paraguas, sabía que volvería a mojarme. fui mas despacio que de costumbre, creo que algo de agua me inundó de incertidumbre, no había hecho nada del del trabajo y no me importaba, en los últimos días, ella y la ciudad me habían despertado ¿pero de qué letargo?. me detuve en el medio de la peatonal y miré a mi alrededor, excepto el florista y sus flores, nadie disfrutaba de la lluvia, desde chicos nos enseñaron que no hay que mojarse, que nos podemos resfriar, que debemos usar botas y pilotos, no vaya a ser que lo poco que queda de natural, presentándose en este caso como gotas de agua, vaya a confundirnos y provocar en nosotros el porque de la ciudad.
seguí parado unos minutos hasta empaparme totalmente, mire arriba, algunos esbozos de preguntas se guardaban en el pelo, volví a caminar disfrutando como nunca antes de la tormenta, pasé por la puerta de una juguetería y no pude evitar detenerme, primero no podía creer los precios actuales de la infancia, después me quedé mirando fijo una de esas pizarras mágicas (ustedes saben cual). conté lo que me quedaba de viaticos y llegaba justo para comprarla, pero alguien, me tapó los ojos con sus manos frías y mojadas.



mañana, la parte doceava, (se empieza a complicar esto de numerar las partes)

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